Almacenes, centros de distribución, contenedores, furgonetas, furgones, camiones, tráilers y aviones se suelen quedar sin espacio mucho antes de superar su capacidad de peso, lo cual supone un problema para las empresas del sector logístico y los transportistas, por lo que muchos de ellos aplican tarifas basadas en el volumen además de las tarifas estándar, que se basan en el peso (peso dimensional). El transportista calcula la carga útil a partir de la longitud, la anchura y la altura de un determinado envío y de esta forma establece un precio de envío basado en el volumen, distinto al obtenido a partir de las tarifas basadas en el peso. Aplicando este criterio, los operadores facturan los envíos de la forma que resulte más rentable, también para el cliente, y evita que los vehículos transporten cargas ligeras y las consiguientes penalizaciones ocasionadas por estas tarifas basadas en el peso.
Paralelamente, la demanda exige unos plazos de entrega cada vez más cortos. Ello implica que todo el proceso logístico deba ser más rápido. Como consecuencia de ello, los operadores no tienen tiempo de medir las cargas a mano y corren el riesgo de perder los ingresos potenciales que podrían obtener dimensionando la carga, todo ello con el objetivo de no retrasar la entrega.
